viernes, 6 de marzo de 2015

“¿Y a quién le sonríe el arroz con sus infinitos dientes blancos?” Pablo Neruda

El arroz no le sonríe a nadie, él es egoísta y solo muestra sus bonitos dientes porque puede, porque le gusta saber que son más bonitos que los demás; lo disfruta, como disfruta el elote enseñar sus feos cabellos, como disfruta la lima saber que es más grande que el limón, como disfruta la rosa saber que su vestido es más elegante que el de la margarita; pero total, yo también lo disfruto, disfruto saber que me los puedo comer a todos, pero lo que más disfruto es saber que la rosa está celosa de la independencia de la margarita, que la lima quisiera ser tan popular como el limón, que el elote odia no poder cepillar sus pelos de estropajo y que si el arroz le sonriera a alguien,  le sonreiría a las galletas de soda. ¿Y lo que ellos disfrutan más? Que no me los puedo comer, que no tengo dinero para comprarlos.


Saihán Verdugo Lauterio

jueves, 19 de febrero de 2015

Almohada...

Esta vieja amiga mía 
me escucha sin hacer reproches,
sabe todos mis secretos
con ella converso por las noches,


ha sabido de mis lágrimas,
si han sido de dolor o de contento
ella es el refugio
de todos mis pensamientos,
pues con ella yo converso
sin tapujos ni mentiras

y cuando en ella me recuesto,
para después descansar
conversamos tan intenso
sobre la vida y la mar,

con ella las preocupaciones
se vuelven un tanto ligeras,
y si converso con Dios
es esas noches de espera,
se que escucha mis plegarias
y mi alma se consuela

eres tú, amiga mía,
la que guarda mis secretos
y la que mi cabeza descansa
cuando en ti yo me recuesto,

y en esas noches de insomnio
en que la noche es eterna,
ella se vuelve mi amiga
y mi más fiel compañera...

Rosario Corella

martes, 17 de febrero de 2015

ABC-grama

Alegre bajaba con chinelas, demasiado elegante, figura geisha, hija ilustre japonesa, Kasumi la llamaban, mujer nada ñoña, olorosa, pulcra que reía siempre. Tocaba un viejo western, xilofonía yanqui zangoloteada.

Miguel Ángel Campos

jueves, 12 de febrero de 2015

Había una vez


(Ejercicio basado en el libro Del otro lado del árbol, de Mandana Sadat)

Se había perdido, otra vez. Con la excepción de que esta vez veía imposible el salir del bosque.

El sol, hace minutos presente, se había escondido tras las negras nubes.

Así que se apresuró a buscar un lugar para refugiarse de la lluvia que amenazaba con caer. Pero antes de que pudiese comenzar a moverse, las gotas de agua decidieron caer.

Se remangó su vestido rojo y empezó a correr entre los árboles. No quería terminar empapada; aunque era una de las cosas que menos le preocupaba en ese momento.

El camino que recorría tenía menos árboles conforme avanzaba, llegando a un punto donde no había ningún árbol y empezaba una pequeña colina. Esta se veía firme, a pesar de la fuerte lluvia, y la podía subir. La subió. Pero deseó no haberlo hecho.

En la cima de la colina había una pequeña casita de madera, con una ventana en uno de sus costados, se podía ver a distancia que dentro estaba iluminado.

Se acercó para dar un vistazo al interior y ver si había una persona lo suficientemente amable para dejarla pasar.

Ahí estaba sentado en una mecedora un anciano, que no le inspiraba confianza, con la mirada perdida en algún lugar de la habitación oscura, apenas iluminada por una veladora. Usaba una especie de túnica. Bajo sus ojos había unas bolsas que se mezclaban con las abundantes arrugas de su rostro y agregaban profundidad a esos ojos negros que la miraban.  ¡La miraban! No notó cuando esos ojos empezaron a mirarla y sus labios se curvaron en una sonrisa que logró sacarla de su momentáneo trance.

Corrió colina abajo lo más rápido que pudo. Al llegar al árbol más cercano decidió esconderse detrás y esperar que aquel anciano no la buscara.

Se asomó ligeramente hacia la colina, aquel viejo bajaba lentamente con la espalda encorvada y las manos recogidas sobre su pecho. Intentó volver a su posición inicial detrás del árbol pero debido al lodo que se había formado y gracias a la fuerte lluvia que seguía cayendo, tropezó.  Si se hubiera quedado quieta él posiblemente nunca la hubiese visto pero se movió… y él la vio.

El terror se apoderó de ella y no se le vino por la mente correr, huir de él. Porque a la velocidad que el viejo caminaba, lo hubiera logrado.

El viejo llegó al árbol donde ella se encontraba y se sentó del lado contrario. Abrió entonces su seca boca y habló: “Había una vez, una niña…” - Su voz era fuerte y ronca, aun con el sonido de la lluvia cayendo lo podía oír claramente. El viejo se aclaró la garganta y continuó- “Una niña ingenua que aun creía en la gente linda y amable. Pensó que podía espiar a un adorable viejito y salir ilesa. Pero no es así, pequeña. El dragón ha despertado y tiene hambre. Hambre de niñas tontas, como tú.” -Concluyó y caminó del otro lado del árbol.

Pensó fugazmente ponerse de pie pero su vestido se había atorado.

El gigantesco dragón se encontraba parado majestuosamente frente a ella.


miércoles, 11 de febrero de 2015

El Otro Lado


Quizá en el otro lado del mundo se encuentra la persona que causa sus desvelos por la noche, que está en sus pensamientos a toda hora y quien tiene parte de su corazón sin haberse dado cuenta. Su mente le dice que nunca vendrá, pero aun así sigue esperando mientras la ilusión en el fondo de su corazón muere lentamente.

                                                                                                          

   Lizbeth Ramírez

martes, 10 de febrero de 2015

Foto

Miró sus botas de hule llenas de lodo y sonrió; la foto valía la pena. En la pantalla de la cámara se podía apreciar el hermoso paisaje capturado. El lago en casi toda su extensión, el agua se encontraba coloreada de amarillo y café, con una pequeña muestra de ramaje del lugar a cada lado de la imagen. Al fondo un bote de motor cuya madera se encontraba pintada de verde, su reflejo se difumina suavemente en el agua. Un pescador a bordo, usa unos pantalones de mezclilla y una chaqueta marrón acompañada de un sombrero del mismo color. Sostiene con su mano derecha la caña para pescar casi con pereza.

jueves, 29 de enero de 2015

Parece que va a llover

(Ejercicio colectivo)

La abuela comentó hoy que la mejor lluvia es a su debido tiempo, en una fecha en específico. Después allá afuera, cuando regábamos el arbolito de durazno, mi abuelo dijo que en el mes que sea la lluvia siempre es buena, y si es mucha y con mucho viento, todavía es mejor.
Allá adentro, sentada en el viejo y polvoriento sillón verde, como haciendo una mueca, como enojada, como diciendo algo, le escuché a la abuela decir que no, y quien sabe que tantas razones, entre dientes, mencionó.
Este día siempre llueve, lo recuerdo desde mis pocos años que tengo, de los tantos que tiene mi madre, y los muchos que tienen mis abuelos.
Este día ya casi termina, las nubes están muy blancas, y aunque es tarde, el sol todavía alumbra la cumbre de la iglesia. No sé, no parece que vaya a llover.

Allá en lo recóndito de la sierra alta, donde hasta el aire se enrarece y las águilas hacen su nidar. Allá donde las barrancas y los despeñaderos son insondables y donde unos cuantos jacales de madera hacen la comunidad, el cielo se ha encapotado y parece que va a llover. Enclavado en las grandes alturas de esa imponente franja montañosa, donde la lluvia es de todos los días, la humedad es asfixiante y siente uno tocar el cielo. También es un sitio lejano y olvidado a donde jamás llega persona alguna.

Va llover porque el cielo se está nublando, está agolpado y parece que se va caer. El olor a agua me llega desde lejos, huele a tierra húmeda y el aire sopla muy fuerte. Se me antoja que llueva y que estés conmigo.
Parece que va a llover porque todos los días llueve.

La lluvia será muy intensa cuando hay nubes esponjosas, algunos les dicen aborregadas, y es muy probable que llueva.
Cuando la tierra está seca y sedienta, el “¿cuándo lloverá?” se vuelve casi oración, se implora por lluvia, se le espera, se le canta: “¡Que llueva, que llueva…!”. No importa el tiempo que dure la lluvia, tampoco importan las calles que se convierten en su color chocolate, café como siempre, pero esta vez con lluvia, que huele, y ese aroma se impregna en nuestros sentidos.
Que todo se empape, que se escurra el agua, eso se espera cuando llueve.
Ahora, mañana o el siguiente día, si llueve las gotas nos mojan.

Nunca nos preguntamos por la naturaleza de la lluvia. Sabemos o creemos saber que lloverá agua y así es la mayoría de las veces. Dice una canción que ojalá que llueva café en el campo y solamente imaginarlo es incómodo. Se sabe o saben lo que todo creen saber y pueden comprobarlo que en la historia se han registrado lluvia de ranas, de peces, sangre, maná, tierra e incluso hay una película donde llueven hamburguesas y en otra ¡tiburones!
El agua ya no es lo mismo que antes fue, ahora puede ser lluvia ácida la que caiga aunque lluvia cristalina y limpia parezca.
Parece que va a llover y ojalá no llueva ni chocolate ni café, ningún animal vivo ni muerto nos caiga encima. Que llueva agua y caiga en los árboles y techos como ha hecho siempre…

Parece que va a  llover ¿Cuándo? Hoy, por ser un día muy lluvioso por tantos años ¿y ahora que le pasa a la naturaleza? ¿Estará enojada con los humanos?
Nos castiga al no cuidar los suelos, tanta contaminación. Si es una bendición, al llover purifica… así es, ¿para cuándo empezará de nuevo? Y Sentir su frescura. No hay vida sin lluvia.

Que al fin llegue un poco de agua a este lugar, que las posibles gotas golpeen tan duro a la gente que hagan que su tristeza muera  y seguidamente que su alegría reviva.
Tal vez si lloviera todo sería mejor y al fin se dejaría atrás aquel seco pasado que todos parecemos compartir.
Parece que va a llover… pero no solo lloverá para el suelo, lloverá para nosotros, para esta tierra, para esta gente, esta vida y este cielo. Lloverá para los cuerpos, lloverá para las almas.
Lloverá…
Tal vez sí, tal vez no llueva. Pero si lo hace mojará a todos los que se encuentran resecos de angustia y dará de beber a todos los sedientos de amor.
Si la lluvia llega le dará sentido a todos los años done la esperanza es lo único que mantuvo a esta gente viva. La esperanza por ella, aquella lluvia que se veía tan lejana.
Pero parece que va a llover. Lloverá para el alivio de todos.


Taller de Creación Literaria
24 de junio de 2014

Carolina Lara, Fco. Javier Portillo, Verónica Canela, Anahlíi Ramos Burgos, Isabel Rojas, Elena Ruiz, Mariana Gallegos